sábado, 27 de agosto de 2011

Notas para un libro

Me retorcía en la cama y disfrutaba del placer que mi cuerpo daba a mi cuerpo. No necesitaba pnetrarm, bastabame con acariciarme por encima de la tela los pliegues de mi sexo. Inspiré. Respiré. Suspiré. Suspiré de nuevo. Me quedé adormilada y lo que soñé no lo recuerdo. Al despertar, me incorporé, acomodé la camiseta que llevaba y mi pelo al eje simétrico de mi cuerpo. Permanecí unos instantes mirando la pared hasta que sentí necesidad de más aire, afortunadamente la ventana era paralela a la línea horizontal de mi cama, tras abrirla y dejar que el aire se mezclara con mi piel y mis labios dejé magnetizar mi torso de nuevo contra el colchón. Volvía a estar tumbada junto al silencio de mi cuerpo.
Observaba el techo. Blanco ahora y luego gris, blanco, gris, blanco, gris, blanco. Destellea la percepción al parpadear. Pero el color el era el mismo para todas las paredes de mi casa, todos los muebles, mis sábanas. Como mi piel. Blanco. Excepto el suelo, precioso parqué, que como el de casa de mis abuelos, era de maullante madera. En estos pensamientos de nada estuvo nadando mi mente. Pero el teléfono sono. Sonaba, miré la luz de la pantalla y el dibujo de los números que en blanco en ella se dibujaban. Descolgué sin querer.
-¿si?
-Hola soy yo, ¿cómo estás?
- Bien descansaba. ¿qué haces?
- En realidad nada. Imagino que descansar también.
-hum
-ya. ¿quedamos?
-Lo siento, no me apetece, es domingo y los domingos me gusta mirar las paredes.
- En mi casa hay paredes.
-Sí, pero no son blancas.
- Vale tienes razon, buenas noches blancas.
-Buenas noches.

¿qué más daba quién fuera? En realidad no lo sabía, estuve hablando durante un minuto con un desconocido para quien yo no lo era. Afortunadamente sus paredes no eran blancas, sino le tendría que haber preguntado quién era y haber quedado con él.

Ahora sí, me levanté. abrí el grifo de la bañera, dejé correr el agua y me fui a preparar un té mientras esta se llenaba. A la vuelta dejé el té con leche husmeante sobre la bañera. Me desnudé y me metí en la bañera.
Mientras jugaba como una niña a aplaudir con el agua, sumergir mi cuerpo para poder abir los ojos y disfrutar del sonido sumergido, mi mente viajó a tiempos remotos de mi cuerpo cuando este no medía aun un metro. Cuando, dicen, se es pequeño. Recordaba instantes, y paseaba por las fotografías que se guardaban en los albumes. Fue en ese momento. Cerre el grifo. Necesitaba tomar conciencia de mi estado.Las gotas que desde los cabellos caían a la masa, tic tac de un reloj impaciente a la toma de mi decisión. Sonreí, Ya sabía lo que había de ocurrirme.

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